Muchas imprecaciones, arrebatos y quizá por ahí, alguna idea que valga la pena

viernes, marzo 30, 2007

Country Joe & The Fish Electric Music for the Mind and Body


Otra vez desde San Francisco. El músico más virulento y enigmático de la Bay Area, Country Joe McDonalds al mando de Country Joe & The Fish. Marxista hasta la médula, recordemos que el apelativo fish se refería al comportamiento de un revolucionario según Mao Tse Tung: moverse tan rápido como un pez en el agua.

Hablamos aquí de un testamento artístico cohesivo, sin grietas, al que el tiempo no hará mella. Aventurero en lo musical, disconforme en extremo en su discuro antimilitarista y entusiasta del uso de LSD.

El álbum: Electric Music for the Mind and Body, grabado a fines de 1966 y publicado en enero de 1967.

Cabe recordar la actuación de Country Joe & The Fish en el legendario Monterey Pop Festival. Su aparición, una de las mejores actuaciones del evento, fue reveladora y mostró que su obra superaba con mucho el gusto de los hippies de fin de semana que allí menudearon. Provocó conmoción.

Pocos discos han empatizado de tan magnífica forma la necesidad de viajar por oscuros pasajes de experimentación y el ineludible brillo que una gran melodía. Blues, folk, guitarras aceradas y órganos chirriantes caben aquí. Psicodelia mayor

Música que seguirá conmoviendo, aparte de mente y cuerpo, nuestro espíritu.


Country Joe & The Fish Electric Music for the Mind and Body 1967

miércoles, marzo 28, 2007

Jefferson Airplane Surrealistic Pillow


Loa voluntarios de América. El grupo y sonido de San Francisco por excelencia. Jefferson Airplane representaron fielmente con su música los avatares de los sesenta: caóticos, comunales, violentos e impredecibles. Sus canciones nunca sonaban dos veces igual amén de su espíritu sinuoso y romántico.

Se les ha criticado su retórica, su carencia de disciplina artística, desconociendo que su obra se emparentó más con un modo de vida que con unas aspiraciones musicales. Expresión en lugar de estética.


Y todo esto al tacho al hablar de su segundo álbum Surrealistic Pillow; un disco de inspiración inigualable. Aquí todo yace calibrado con esmero y fulgor. Su lado folk más cálido, sus canciones más emblemáticas, su acritud de costumbre. Un disco perfecto de este combo liderado por Paul Kantner, Marty Balin, Jorma Kaukonen, Jack Cassady y Spencer Dryden. Por delante de todos ellos, la musa lisérgica, Grace Slick.

Este registro cumplió hace apenas tres días, el 25 de marzo, cuarenta años de inoxidable encanto. Por favor, escúchenlo pensando en que en aquel tiempo estos sonidos fueron grabados con la certeza -ingenua pero eterna- de que la música podía cambiar el curso de las cosas


Jefferson Airplane Surrealistic Pillow 1967

martes, marzo 27, 2007

The Byrds: Younger Than Yesterday.


Qué sería de Peter Buck y Johnny Marr si Roger McGuinn no hubiese dejado su puesto de habitual en el Greenwich Village y desistiese de marcharse a California a darle la vuelta al repertorio de Dylan.

Queda clara la paternidad de The Byrds sobre casi todo el indie de los ochenta -y más allá- con esa ululante Rickenbacker de doce cuerdas. El sonido jingle-jangle.

Lo que un día de 1965 fue la consolidación del folk rock, apenas dos años después ya era una locura imparable. McGuinn, David Crosby, Chris Hillman y Michael Clarke producen un disco en que toman a la alucinada Eight Miles High y el encanto de "Fifth Dimension" como el punto de partida hacia las dulzuras de la estratósfera.

Crosby, ya maduro como compositor, despliega su bella melancolía y desnudez hippie, y Hillman -qué bajos se manda aquí-, aunque descompesa el álbum con sus medios tiempos country, es capaz de atinar con la sobresaliente "Thoughts and Words". Es Roger McGuinn, que quede claro, quien convierte su guitarra en un instrumento indescifrable, equidistante de Revolver, Dylan y John Coltrane

Asì bien, al poco andar el grupo echaría a patadas a Crosby por su excesiva militancia izquierdista; el disco no presiente en absoluto esta tensión.

Comenzamos la revisión de las proezas de 1967 saludando a The Byrds y su obra publicada en febrero de aquel año en gracia.

The Byrds "Younger Than Yesterday"

1967: El año en que vivieron en delirio


Se ha escrito bastante sobre el fenómeno ocurrido en el mundo del rock hace ya exactos cuarenta años. Ya fuese por razones meramente estadìsticas aún impresiona la grandísima cantidad de extraordinarios àlbumes publicados durante aquellos mágicos 365 días. Es cierto que en el 67, el pop, sus alcances y mirada, tomaron el derrotero más noble que le ha cabido como catalizador del pulso juvenil dentro de ambiciones artìticas nada menores.

Una generación tan descomunalmente talentosa y creyentes a pie juntos en sus infinitas posibilidades como jóvenes y músicos, es lo que los seguirá separando a millas de las generaciones posteriores. Este blog se enorgullece de presentar de ahora en adelante una selección de los discos más representativos de esas jornadas psicodélicas, convulsas y exquisitas.

Como reza una canción más o menos conocida "A splendid time is guaranteed for all"

lunes, marzo 26, 2007

Apuntes sobre un evento burgués




  1. Definitivo. Existe lo que podría llamarse una música de Estado o, vámonos derecho a lo ramplón, un gusto musical de sensibilidad concertacionista. Las coordenadas serían: por el sur, Víctor Manuel y Ana Belén -artistas de neo-izquierda, sonido liviano, pero compromiso innegable con el porvenir de las lagartijas de Huelva-; por el este, la nostalgia socialistopoética la pondría Pablo Milanés; al oeste, es necesario mantener vínculos con el primer mundo, iría un Peter Gabriel, siempre sofisticado y creativo, y al norte -como artista completo- Milton Nascimento.

  2. ¿Es esto una crítica? No necesariamente; es ante todo una constatación. El jueves 22 Milton Nascimento ofreció un concierto en que se manifiesta un tipo de vínculo un tanto incómodo de sobrellevar, marcado por la complacencia.

  3. El brasileno tiene canciones grandes y muchas, pero la revisión de su repertorio, el enfoque que le da a su obra es el de un objeto cómodo, decorativo, sin riesgo. Y su público está preparado para eso: emociones reguladas, vuelo con cuentagotas, belleza enfriada. Sensibilidades discretas muy felices.

  4. Cosas que sorprenden. El recital admitió todos los elementos que componen "un buen concierto". Muchas canciones-himnos con la sabrosa novedad de la versión remozada; esa fastidiosa inclinación de los músicos populares por coquetar con el jazz más ascéptico -miren cómo he evolucionado, parecen decir- y desaguarse en el exhibicionismo de los músicos, todo con años de estudios y parte de lo más granado de la "escena". Lo peor: cuando el percusionista de Milton estuvo cinco minutos golpeteando una especie de ojivas de cristal con muy similar sonido al una lavadora sin ropa.

  5. Complicidad con el respetable. Milton, un cantautor que posee una gestualidad escénica escasísima, decidió dar paseos por el escenario durante gran parte del recital; pasitos cortos y titubeantes, porque los años le pasan la cuenta agresivamente, buscando que el público corease con las mano en alto el ae-aeaaah-aeaeeeeh de María María.

  6. Y por sobre todo el público. Perfil Dockers, con el suéter cruzado por los hombros, hijos rubios y espinilludos muy aburridos y desorientados por este músico "negro" que ni en pelea de perros; celulares encendidos sin rubor con cosas como "sí estoy en un concierto de... ¿cómo se llama este tipo Hernán?, a ver si nos ponemos de acuerdo mañana por lo de las firmas. Almorcemos".

  7. ¿Por qué tanta molestia? ¿Por qué cabe pensar que un músico de 64 años va a mantener el temperamento conque hizo discos hace treintaicinco o más años? ¿Por qué perico de los palotes le va a exigir que cante con pasión y fervor si ya está convencido de que ser músico es un trabajo tan agradable y bien remunerado, sobre todo cuando se va de héroe de las camarillas progresistas de nuestra América mestiza? Váyase con sus quisquillosidades a buen parte, auditor desubicado. Refúgiese en sus álbumes y déjese de joder.

  8. Lo que da vergüenza. Milton invitó a Isabel y Tita Parra al escenario para cantar con ellas Volver a los 17. Una mujer, no tuve la valentía de levantarme y escupirla o al menos largarme por estar en el mismo sitio de ese tipo de gente, dijo "qué fea esa vieja"; su compañera le respondió, "pero claro, si es una india, una Parra". Bajen la cortina por favor.

martes, marzo 20, 2007

Canción minera



Justo cuando decrece la euforia provocada por el pandemonio de Roger Waters y su cerdo poético -ojo que el comité central floydiano aún reparte palos a quien siquiera arisque la nariz al paso del pontífice- llegan buenas noticias de más allá del amazonas.

Como el 2002 lo hiciese Caetano Veloso, y el 2005 su correligionario tropicalista Gilberto Gil, el próximo jueves 22 de marzo, muchos chilenos se regocijarán al asistir al show que Milton Nascimento ofrecerá en Santiago; y no precisamente por haber ganado un grammy como dice la prensa nacional con el mal gusto y pobreza que la perfilan.


Nascimento representa, desde fines de los años sesenta, una de las trayectorias más loables de la música popular brasileña. Independiente en su visión, nunca se adscribió a la vanguardia tropicalista, sus discos siempre manifiestan la emoción por el encuentro feliz de indigenismo, folklore, pop y jazz en justa medida, arropados en una voz que sabe entonar "las verdades verdaderas".


Nativo del estado de Minas Gerais, la enorme producción de Milton Nascimento encuentra un punto cardinal en su arribo a Belo Horizonte. Aquí traba amistad con compañeros de ruta como Lô Borges y su hermano Marcio. Junto a otros músicos como Wagner Tiso y Toninho Horta fundó el colectivo-banda Clube da Esquina. En 1972 esta conjunción de talento desbordante y sensibilidad especial parió una maravilla llamada con simpleza necesaria: "Clube da Esquina". Este disco pertenece a esa escasa estirpe de álbume etéreos, dulces y melancólicos que tienen en Forever Changes de Love un big-bang alucinado.


Quizá este trabajo, que tendría una réplica en 1978, es una muestra reducida de las posibilidades de Nascimento como músico pero su belleza mayor lo convierte en indispensable referencia.


Celebramos la llegada de este formidable músico con estas conmovedoras canciones mineras que resuenan muy, pero muy lejos





Milton Nascimento y Lo Borges "Clube da Esquina" 1972

martes, marzo 13, 2007

Perfume de Liverpool

Desde que el tiempo es tiempo y la música nos cambia la vida, todos han buscado por unos nuevos Beatles. A quien o quienes se sientan gustosos -y den el ancho por cierto- en vestir los ropajes pesados e intransferibles del grupo que lo hizo todo y además, sonreía.

Los requisitos son más o menos conocidos: cuatro miembros, una dupla compositiva genial y de talentos contrapuestos, donde uno es dramático y el otro es gentil, y canciones dispuestas a martillarnos los oídos por los siglos de los siglos.


Después de dedicarse con mucha calma al reconocimiento de todos los posibles herederos del fab four, resulta que Badfinger son lo más cercano a unos Beatles merodeando en los años setenta. Además, la cercanía ya ni siquiera es sólo musical, sino que va un poco más allá.


Badfinger apareció en la escena inglesa por 1968, con dos notables compositores como tándem creativo: Pete Ham y Tom Evans, y un tercero en las sombras con poca cabida pero eficacia absoluta, Joey Molland -¿podemos hablar del síndrome Harrison? Llamaron la atención de Paul McCartney quien los fichó en Apple Records, convirtiéndose en el número más importante agenciado por los buscataletos de la manzana verde.
Como otras tantas, la historia del grupo es gratificante en lo artístico y un desastre en lo personal. Con apenas seis años de diferencia, Ham y Evans se suicidaron por los terribles problemas financieros que enfrentaron desde mediados de los setenta.

La música de Bafinger partía del legado de los Beatles, pero de una forma mucho más cercana a una posta entre dos formas de sentir el pop. Badfinger toma el bastón en el momento en que McCartney y Lennon cierran la cortina con Abbey Road. De ahí en más, Evans y Ham se encargarían de mantener el espíritu en forma.

El disco que aquí se pone a disposición de los oyentes es Straight Up, de 1971. Producido casi en su totalidad por el hechicero Todd Rundgren -ojo que George Harrison comanda las perillas en unas cuantas pistas- es sin duda una obra de pop mayor; deudora del eterno sonido de Liverpool pero rebosante de la prístina sustancia que cubre a las canciones irrebatibles. A must have, como dicen.