Muchas imprecaciones, arrebatos y quizá por ahí, alguna idea que valga la pena

lunes, noviembre 21, 2005

Un vaso de whisky derramado al caer la tarde




Lo que diferencia a John Cheever del resto de los cuentistas norteamericacnos que los precedieron y los que vinieron después de él, lo que pone a Cheever al otro lado de la calle de sus compatriotas relatores es su capacidad de redención.

Los cuentos de Cheeever, porque Cheever siempre abordó la literatura como un capítulo, incluso en las varias novelas que escribió, resuenan con un vertiginoso vaho de belleza estragada.

Los personajes del escritor siempre son conducidos a través de un páramo, por un pantano oscuro y frío, en que todas sus convicciones -francamente pocas en casi todos lo casos-, sus aciertos y pequeños trunfos son devorados por la constatación de que el horror vital repentinamente llega, se enseñorea y a su partida, todo queda sumido en la devastación producidad por una tormenta emocional importante.

No obstante, Cheever se desmarca de otros adelantados del relato corto como Richard Ford, en su capacidad redentora y epifánica, manejando sutilmente las pulsiones espirituales de sus personajes. Donde Ford coloca ataca el desmonoramiento social y Carver la oscuridad inapelable del fracaso, Cheever propone un viaje por los meadros más oscuros del espíritu y a su vez en un momento de aflicción máxima el arribo epifanías redentoras que los ponen de nuevo en el curso de sus vidas.

Decir que Cheever es el cronista del hombre subusrbano, de sus esperanzas y caídas permanentes suena a muy poco. Lo que el notable escritor norteamericano realiza es una disección de los miedos vitales, profundos, atmosféricos, apenas percibibles en muchos casos, pero determinantes que acechan a sus inolvidables personajes. El carácter episódico, fragmentario, a veces hasta casi deshilvanado de su prosa, sostiene la inestabilidad definitiva en que se desarrollan sus impresionantes historias.

Otro elemento que fascina de la obra cheeveriana es la pátina que rodea a sus personajes. Todos están envueltos en un aura de desasogiego, inescrutable en muchos momentos, un estrago latente, un pápilto de desmoronamiento que producirá el descalabro tarde o temprano. Sin embargo, estos seres frágiles y volubles, tan próximos al desamparo total tienen chance de reencontrarse con filones luminosos después de una expedición terrible. Esto no es en caso alguno una vulgar filiación con el final feliz sino una amplitud de mirada que recoge el viaje humano en sus incontables variaciones entre breves y potentes epifanías y más perdurables e intensas zonas de dolor.

Ahora, este 2005, los hispanoparlantes, tenemos el grandísimo placer de contar con algunas nuevas obras de Cheever reeditadas en castellano por Emecé, como por ejemplo la novela "Falconer"; uno de sus últimso textos. Hasta hace poco, sólo la extraordinaria colección de cuentos "La Geometría del Amor" y "La Familia Wapshot" -reunión en un solo tomo de sus novelas "Crónica de los Wapshot" y "El Escándalo de los Wapshot"- eran el acercamiento, brillante pero exiguo en cuanto a la gran producción del norteamericano, que poseíamos.

De Cheever observamos réplicas es muchos escritores estadounidenses posteriores, mas su finísimo entramado es absolutamente único y, además, crucial en la historia de la literatura del Siglo XX. Uno de los más grandes, queda decir.

miércoles, noviembre 09, 2005

Snif, Snif, el caballo Rocinante ya no cabalga




El cierre definitivo de la revista "cultural" Rocinante ha propiciado las habituales lamentaciones inherentes a todo medio de comunicación alternativo al monolítico establishment del periodismo escrito nacional.

Como primer punto, siepre provocará un leve movimiento reprobaorio de cabeza la pérdida de un medio de comunciación marginal, ya que se piensa en el grupo fiel o veleidoso que se sintió representado por la línea editorial del medio fallecido. En esto no hay dos lecturas.

Sin embargo, cosa muy diferente y donde la discusión de pone sabrosa es asistir al despliegue por parte de las cabezas del medio -la revista en esta caso- de las causas, casi siempre externas, de la trágica muerte de tan valiente medio.

Al igual que en el caso de las notables revistas Análisis, Apsi y Hoy, las que fueron desapareciendo escaladamente durante la primera mitad de los noventa, los motivos del cierre pasaron principalmente por una bajísima cantidad de avisaje publicitario, una oscilante suscripción de lectores y, por último, el poco apoyo que recibieron del gobierno en cuanto a subvenciones y posibles préstamos. Este argumento es por lejos el más dicutible: un gobierno debe garantizar la libertad de publicación velando por el ejercicio efectivo de la libertad de información. Tema muy diferente es exigir de la autoridad el financimaiento de tal o cual actividad; esto no es parte de las atribuciones del Ejecutivo.

No obstante, la caída de las revistas antes señaladas dolió y mucho porque el periodismo que allí se incubó dista bastante del deslavado panorama actual. Variedad temática, puntos de vista sustentados en una investigación generosa, inexistencia de caprichos ideológicos, valentía, plumas hidrantantes, frescas y ágiles. Estos fueron elementos fundamentales en el importante registro de esos medios y en la resonancia nostálgica que provoca en muchos aún hoy.

Debo sentirlo, pero con Rocinante no sucedió lo mismo. Desde sus inicios, allá por 1998, el medio estuvo permanetemente más cerca de una revista de recocijo académico que de un medio pluralista y vital en su concepción. Al poco avanzar sus páginas, nos topábamos con los nombres de popes y totéms culturosos e intelectuales, con espacio para diseminar sus válidos pero restrictivos puntos de vista sobre el acontecer nacional, los derechos de los calcetines, o la importancia del agua para la tracción de los botes.


Rocinante jamás fue una revista periodística que poseyese la capacidad de generar una propuesta tanto de contenidos como de estilos capaz de sostener un proyecto interesante y digno de apoyar. Su trabajo siempre se vínculo a darle tribuna a las rancias élites intelectuales nacionales. Abrir paso a los Moulian, Jocelyn Holt, Zurita, para que siguiesen apostrofando a la comunidad con sus languidecentes e incordiosos manifiestos.

La aparición de un medio tan gris y radical como Rocinante, demuestra el patético estado centrífugo de la prensa nacional. Sólo pareciesen posibles publicaciones a ambos lados del charco. La vulgar exfoliación cerebral de la mayoría de los periódicos y por otra, el cegado y antojadizo discurrir sobre si qué es primero, el huevo o la gallina.

En suma, el fenómeno Rocinante debe ser visto al revés: es impresionantes que una publicación de circulación masiva tan cerrada, aburrida y principista pueda haber sobrevivido más de un año. Digamos en defensa del medio, que su perfil no sería tan desmejorado si su origen hubiese estado en la Escuela de Filosofía de tal lugar o en el diplomado de Sociología de la Universidad de Buenas Peras. Pero como revista "periodística" mmmm....

Pero como todo ciudadano con un mínimo de respeto, vayan las condolencias de Mastropiero para los deudos y viudas -no creo que sean muchos- del pasquín que ha pasado a mejor vida.

jueves, noviembre 03, 2005

Firme, firme don Rodrigo, con valor frente al enemigo y don Rodrigo firmó la rendición....




Estamos a no más de tres semanas que Les Luthiers realicen una serie de presentaciones en Chile. Desde 1977, los incombustibles y deliciosos popes del humor musical han presentado periódicamente sus flamantes montajes por estos sitios. Sin duda lo más importante es recordar los momentos más extraordinarios que nos han legado este colectivo mágico e irrepetible en la historia del arte contemporáneo.

Claramente, la obra que se presentará en Chile no es el espectáculo que mayores expectativas provoca para los lutheristas confesos. Sumado a que es una obra que lleva rotando por Iberoamáerica por varios años, está el hecho que los maestros han estrenado reciente obra en Argentina: los premios Mastropiero, la cual cosechó elogiosos epítetos en la prensa transandina y que lamentablemente no veremos hasta por lo menos un par de años más por estos lares.

El montaje "Las Obras de Ayer" selecciona obras ya exhibidas en espectáculos anteriores, recientes o de antiguo cuño. La selección no parece obedecer a cánones muy estrictos en cuanto al nivel de los números. Mientras descuella, por ejemplo, la cantata del Adelantado don Rodrigo Díaz de Carreras- con nuestro bienamado Daniel reemplazando a Ernesto Acher en el papel de Don Rodrigo- parece extraña la inclusión de dos obras menores más o menos actuales: San Ictícola y Los Jóvenes de Hoy en Día, ambas de dudoso carácter de clásico comparadas con muchos segmentos que bien cabrían en una recopilación de obras mayores lutherianas, que las hay y varias.

El 77 en el municipal
Una de las grandes frustraciones de todo buen lutherista es la carencia de material audiovisual disponible de la época de oro del sexteto -en algún momento septeto-, o sea que narre sus primeros diez años de carrera. Al parecer, no se posee documentación filmíca ni en Argentina, ni en en ningún otro sitio.

Sin embargo, hace algunos meses tuve la inmensa fortuna de ver una grabación de Televisión Nacional de Chile, realizada el 29 de abril de 1977 en el Teatro Municipal de Santiago. Según la información disponible en los diversos websites no oficiales del combo, se trataría de la grabación más antigua existente de una presentación del conjunto, por lo que durante septiembre Les Luthiers oficializó su puesta en venta después de negociar los derechos del caso con el canal chileno. Eso sí, la copia pirata en DVD ya estaba al alcance de muchos en Chile con solo darse una vuelta por locales del persa Bío-Bío.

Suceso extraordinario
La presentación "Viejos Fracasos" muestra a Les Luthiers en estado de gracia. Música inventiva y fresca, instrumentos informales por doquier, performance actorales extraordinarias, guiones delirantes, dieron cuerpo a una exhibición de genialidad humorísitica apabullante. Frente a este recital y al mayúsculo espectáculo de Matropiero que nunca, estrenado dos años más tarde, queda claro que los setenta fue la década de mayor caldo creativo para los ¿músicos? ¿humoristas? ¿raras avis de la excentricidad cultural?, en una simbiosis perfecta entre sus integrantes que, en obras posteriores, solo alcanzóse parcialmente.

De todas formas, las actuaciones de noviembre en el Teatro Municipal serán otra impagable ocasión de agradecer y aplaudir hasta el agobio a una manifestación artística formidable y rupturista del arte popular y docto cotemporáneo.

Como obsequio, les dejo la introducción a la primera obra del recital "Viejos Fracasos", llamada "Brotam y Gretchen"

A su salud maestros!!!!




El Conjunto de instrumentos informales Les Luthiers ejecutará durante el presente recital obras ya difundidas del célebre compositor Johann Sebastian Mastropiero, de sus alumnos más destacados y también de aquellos compositores que sin haber sido alumnos de Mastropiero ni haber recibido directamente su influencia, manifiestan por la claridad y la pujanza de sus obras... no haberlo siquiera conocido. Es el caso de Hans Glockenkranz, compositor originario de Munich, capital de Baviera. La madre de Hans Glockenkranz, Anneliese Glockenkranz, era una mujer de gran belleza, muy amante de la música, las letras y los escultores. El padre... estaba en la guerra. Cierto día, a la edad de tres años, el pequeño Hans se acercó al piano de la sala y lo tocó con las manos. Su madre, al ver esto, gritó: Hans. El niño, sorprendido en falta, le respondió: ¿Qué quieres madre? La vida de Hans Glockenkranz estaría colmada de episodios como éste. Siendo todavía un adolescente compuso Glockenkranz la primera de sus obras famosas: el himno popular dedicado a su Baviera natal titulado: "La cerveza es una cosa bávara" Pero su obra capital es la imponente tetralogía "Nibelungos somos" integrada por un prólogo que ya no se representa y tres soberbios dramas musicales, el primero de los cuales se ha perdido, lamentablemente. De los dos restantes, uno jamás fue estrenado y la muerte de Glockenkranz le impidió componer el último. Precisamente a este último pertenece la escena que se escuchará a continuación, se trata de "Muerte y despedida del dios Brotan". Para que la hondura del conflicto dramático sea totalmente captada por los espectadores de habla hispana, la presente versión cuenta con la participación de un traductor simultáneo. Les Luthiers interpretan a continuación pues: "Muerte y despedida del dios Brotan" de "Nibelungos somos" de Hans Glockenkranz.