Muchas imprecaciones, arrebatos y quizá por ahí, alguna idea que valga la pena

lunes, febrero 26, 2007

We bless you Martin


Se lo llevó Martin. Treinta años arrastró la absurda membresía de pertenecer al grupo de directores inmortales que nunca pudieron "sacarle" a la academia el Oscar al Mejor Director.

Ayer, en un intento en que fracasaron obras perfectas como Taxi Driver y Toro Salvaje -¿se puede decir algo aún más elogioso de este par de puntos apartes fílmicos?-, Los Infiltrados sacó la cara. La eterna paradoja. Una película que dentro del canon Scorsese sólo pertenecerá a una tercera división -ahí pasos detrás de After Hours o New York, New York-, logró darle lo que tanto anhelaba.

Por orgullo, por dignidad, por algo de respeto, Scorsese no se podía morir sin un mínimo reconocimiento. Ya había pasado con Kubrick, con Hitchcock ..... mmm, qué vergüenza.

Las razones de la marginación son conocidas. Independencia, ambición de improbable éxito, mala relación con los estudios y con las camarillas que mandatan ese lago de pirañas que es y ha sido Hollywood y, claro, el afán permanente de meter los dedos en las llagas supurantes de una nación moralmente arruinada. Si no, miren a Spielberg que a estas aluras tiene algún ático de uno de sus varios palacetes atestado de estatuillas mohosas con el esmalte ya corrido; pero si hasta Ron Howard tiene una presea....

Martin, desde aquí te abrazamos. Este premio reconforta tu ego de artista grande y también va en rescate de la memoria de los colosos que no pudieron doblarle la mano a la academia como tú lo has hecho anoche, 25 de febrero. de 2007.

Como dijo Jack La Motta "That's Entertainment!"

martes, febrero 20, 2007

Verdad Tropical




“Eu organizo un movimento, Eu oriento o carnaval, Eu inauguro o monumento”



La historia es cada vez más conocida y bienvenido que así sea. Dos jóvenes nacidos en el Estado brasileño de Bahía, uno en Santo Amaro y otro en la capital estadual, Salvador, aman al nuevo ídolo de la música juvenil carioca, Joao Gilberto y deshilvanada forma de tocar la bossa nova, pero de igual forma se estremecen con The Beatles y Donovan.

¿Qué hacer entonces?

Fundar un movimiento que establezca un nuevo canon, una forma inédita de hermanar la colosal tradición musical brasileña con la efervescencia pop anglosajona, psicodélica y multicolor. Ambición juvenil.

A los chicos se les ocurrió llamar a este colectivo, que al poco andar se sumaron otros chicos inquietos de Bahía como de otros sitios del Brasil, Tropicalismo, en honor del artista plástico Helio Oiticicia, quien expresaba por medio de sus instalaciones una visión subversiva de la realidad en que cabían el subdesarrollo del Tercer Mundo, la cultura mestiza brasileña, y las vanguardias extranjeras. “Hay que fagocitar todo lo que rodea”, fue el lema de Oiticicia. Qué mejor bandera de lucha para dos empecinados bahianos.

Y, claro, estábamos en la América Latina de los sesenta; o sea, los cambios sociales y las ideologías de izquierda cuajaban en un tris en la mente de los tropicalistas y más aún se colocaron en línea de la feroz dictadura brasileña que imponía su horror desde 1965 por esas tierras.

La Tropicalia es el más sobresaliente movimiento musical pop surgido en Latinoamérica y nos ha dado la gracia de celebrar las trayectorias notables de Caetano Veloso y Gilberto Gil, los dos jóvenes apóstoles del tropicalismo. Detrás de ellos, Os Mutantes, Gal Costa, Tom Zé, entre otros, como lúcidos acompañantes de una travesía exquisita.
Un universo technicolor de samba, psicodelia, bossa, beat, candomblé y mil locuras por contar.

Aquí quedan los dos primeros volúmenes del manifiesto tropical. Los debut discográficos de Caetano y Gilberto, el primero de 1967 y el segundo de 1968.
“Viva Bahía, na, na, Viva María, na, na, na”





Gilberto Gil 1968





Caetano Veloso 1967