Muchas imprecaciones, arrebatos y quizá por ahí, alguna idea que valga la pena

martes, mayo 30, 2006

¡¡¡Pingüinos de Chile uníos!!! (O quirimos una mejol educazion)


Es la movilización social más importante en 16 años de tedio, mediocre consenso y en que la actividad popular se limita a encender el televisior y gozar el fétido cahuineo diario. La insurrección, porque la verdad lo que hemos visto estos días en Chile está más cerca del Mayo 68 parisino que de los paros gremiales chanchulleros, es para proclamar que ya está bueno de superávit estructural, apertura de mercados, liderazgo regional, precio del cobre por las nubes. Dejémonos de mamonadas y preocupémonos de reconstruir una educación pública que se cae a pedazos y que abre un forado vergonzo en desigualdades sociales cada vez más aberrantes.

El sistema de rodillas
Loa grandes movimientos sociales aprovechan una coyuntura, una breve fracción de tiempo, un episodio casi anecdótico, para meterse por la ventana de los obesos mandamases y provocar un escándalo. La Revolución Francesa comenzó su proceso más célebre apenas porque el pueblo marchó a París reclamando por la salida de un ministro. Viendo que la guardia estaba baja y que las castas dominantes esperaban que la muchedumbre regresara a sus casa después de un poco del griterío, el vulgo envalentonado y siempre ninguneado apretó y pulverizó las clavijas de un sistema. Cuestión de chance.

Guardando proporciones y escalas, en este caso hablamos de lo mismo. Se partió por un petitorio restringido y esperable: costos de la PSU, tarifa de la locomoción colectiva y pases escolares. Un par de semanas después el tumulto secundario ya llegaba al corazón de la herrumbrosa estructura educacional que ha sido blindada con silencio y negligencia con una cara de palo desopilante.

Nadie se muere por un Simce malo
¿Por qué tuvo que pasar tanto tiempo para recién ahora afrontar con el agua hasta el cuello un tema que es por lejos el más importante en vista de ser un país con alguna posibilidad mediana de salir del subdesarrollo? Porque la cirugía es enorme y dolorosa, y porque a diferencia de lo que sucedía en Salud, ningún director se morirá de un infarto por los malos resultados en el Simce obtenidos por tal o cual colegio de La Pintana o San Migual. Nadie se sentirá muy disgustado conque un alumno de Futaleufú del Colegio Z-16 no le alcance el puntaje para estudiar Medicina o siquiera postular a alguna carrera con un nivel decente de calidad y proyección. El azar o lo que sea se encargaría al fin y al cabo de reacomodar las piezas en tal sitio o más bien desparramarlarlas por ahí.

Los benditos chiquillos
Pero ahí están , nadie lo esperaba, nadie lo puede creer y nadie los puede parar. Son los alumnos secundarios, colocados históricamente y por antonomasia en el papel del "acepten y callen"; porque eran sólo niños, revoltosos, holgazanes, inmaduros.... Esta vez patearon el tablero con una vitalidad desbordante que solo un adolescente puede poseer y la ración suficiente de ideas y posturas en manos de sus cabecillas más preclaros. Han ido por el botín más suculento y ya se han encargado de llevar al horno del sacrificio al Ministro de Educación. Despistado, desubicado y confundido, Zilic ruega volver a sus investigaciones, tesis y proyectos y olvidar la borrachera de espinillas, jumpers y bototos en que ha quedado tirado. Nosotros aplaudimos y recordaremos la revuelta de mayo del 2006.

viernes, mayo 19, 2006

El Superviviente con Cacumen


Warnken lo ha hecho una vez más: Ha sobrevivido; lo hacíamos totalmente perdido, sin esperanza, extraviado el único listón al que se aferraba ante de caer definitivamente por el hoyo negro donde reposan hasta el fin de los tiempos todas las almas de buena voluntad y sus buenas ideas para con la televisión. Fue un caso terrible y nos inundó de ira. Canal 13 compró los derechos hace un par de años de la marca del programa-ícono de Cristión Warnken, su obra para la posteridad: "La Belleza del Pensar" Y, ¡usureros, traidores!, le cambiaron las reglas de juego al "quijote de la cultura" no entretenida. Warnken, digno, se fuen del canal siendo despojado de su más glorioso proyecto. Pero sus seguidores, era que no, que todos creíamos tan pocos, tan ancianos, tan solemnes, tan autocomplacientes, salieron a defenderlo. Mandaron cartas, organizaron juntas frente a la librería de calle Mosqueto, exigiendo cuentas y por sobre todo, pidiendo que alguien salvara a Cristián del exterminio, del cierre de persianas, del toque de muerte.

Defensor de la cultura
Warnken es un hombre sagaz. A veces nos pareció ampuloso, snob, ridículo, aburrido pero después de casi 16 años en televisión viendo rodas cabezas a sus costados, en esa incómoda tarea -y a las claras un oxímoron- de darle espacio a ese amasijo inexacto e imposible llamado "TV cultural", la sagacidad es lo que lo convierte en el detentor del único experimento visual que ha situado el arte como algo plausible de ser televisado.

Warnken ha fracasado y mucho, como todo peleador y auténtico innovador empecinado. Ha impulsado proyectos que resulta increíble que alguien con dos dedos de frente y un pizca de buen gusto hubiese apoyado alguna vez. Ahí estuvo eso del Desembarco de Los Ángeles: una iniciativa radial inspirada en la soporífera y amanerada película de Win Wenders "Tan lejos, tan cerca". Imaginarse una radio de música pop -Madonna y Simply Red a tiempo completo- que insertaba inexplicables alcances a la llegada de querubines, estaba más cerca del delirio de algún orate aspirante a Mesías o al bando de alguna raza alienígena recién llegada a la Tierra instando a la población a permanecer en sus casas so pena de ley marcial.

Después de tanto andar
Por ahí vimos, una corta temporada por suerte, "Estación Insomnio", una especie de mitin cultural carnavalesco en que los invitados entraban al plató maleta en mano y después de la conversación eran acompañados a tomar el tren de la memoria o algo así. Estuvo Noreste, un periódico que reemplazaba el anecdotario diario y vulgar por crónicas poéticas y utópicas. En fin, ruidosas actividades que nos demostraron una cosa: la creatividad le juega feo a Warnken, lo hiperventila, lo hace alucinar y parecer más el loco de la ermita que un hombre de buenas ideas capaz de concretarlas en proyectos consistentes que no lleven a la bacarrota al financiasta de turno.

El triunfo de los bienpensantes
La Belleza del pensar fue la excepción y un acto de lucidez bendita paranken. Precisamente porque aquí matuvo a raya sus ideas artísticas, su ingenio exhibicionista. En rigor, aquí el concepto funciona por sustracción y moderación. Plató en negro, dos tipos hablando, sin filigranas, sin maletas, sin trenes, ni ninguna excentricidad culturosa. Warnken redujo también su tentación retórica, su verborrea literatosa de "profesor de castellano con ganas de ser escritor y mostrarlo". "La Belleza del Pensar" funcionó porque Warnken se ausentó y se encargó, en cambio, de reflejar, de proyectar, de regular apenas el monólogo del interlocutor.

Así, diría que sin quererlo casi, nació una nueva forma de conversación televisada que estaba más cercana al informal encuentro en un café que a la entrevista periodística. No hay ganas de descrifrar, de imponer el corsé de un cuestionario. Si los diálogos tenían algo cercano a la estructura, ésta fue tácita y navegó según el ritmo y el ánimo del que iba dando cuenta la plática. Momentos notables los hubo con Bolaño, Jodorowsky, Francisco Varela, Armando Uribe, Claudio Bertoni y tantos otros. Hubo por cierto algún recuerdo irritante, sobre todo hacia el inicio del ciclo, cuando un sobreexcitado Warnken optó por entrevistar a Dios!?!? y nadie tuvo la delicadeza de apagar el swith del estudio y evitarle a Cristián el escarnio y a nosotros el mal rato.

La Belleza de Pensar dio resultado además por su hermético microambiente, por no tener ningún punto de contacto con el exterior polucionado de la TV. Poseían su necesario bajo perfil no porque lo buscasen, sino porque ningún ejecutivo se vio interesado en cambiarlo de horario, de canal, de parrila y de objetivos. suscitó desinterés y desidia y es así que pudo sobrevivir en tal estado remoto de agradable inmovilidad durante casi diez años.

Cristián la "prima donna"
Sin embargo y paradójicamente, el fin de la "Belleza del Pensar" como lo conocimos y las repercusiones tentaron a Televisión Nacional de darle una nueva oportunidad a Cristián Warnken. Como un frasco de leche fresca, el programa de Warnken debía estar completamente sellado para evitar oxidarse y avinagrarse. Es muy posible que el contacto con el aire nauseabundo de la programación de la red estatal y tal vez las ganas de la dirección de hacerle "algunos ajustes al espacio" con tal de hacerlo más apetecible, signifiquen una nueva suma a la lista de descalabros que tuvieron como rostro al niño símbolo de la pantalla con cerebro.

martes, mayo 16, 2006

El Código del Mal Gusto


Casi no hay nada peor que una controversia global, pandémica, en que se crucen dos cosas tan ajenas como el arte y la religión; no hay por donde. Diálogo de sordos o, como diría Borges, "la pelea de dos calvos por el peine". Lo definitivamente desastroso es cuando lo que provoca el debate no es ya una obra artística, sino un engrudo culturoso, viroso y risible como El Código Da Vinci. Aquí los alcances del estropicio son como para meterse debajo de la cama por una temporada.

El derecho de leer basura
Sí, no hay nada malo en leer literatura dudosa; libros que buscan el efectismo apelando a truquillos muy avispados. Combinar un poquito de inexactitudes religiosas, aludir a espionajes y conspiraciones -a quien no le gusta ver a la CIA, la KGB o el organismo de inteligencia de turno maquinando el ocultamiento de la prueba final de que Elvis sí está vivo-, un poco de farfullo y ya tenemos un plato con la contundencia de una jalea de vainilla pero de insuperable versatilidad. Se asegura público si se pasan a llevar cuestiones tan monolíticas e indiscutibles como profetas, santos, mesías y pontífices. Los centuriones de lo sacro alzan la voz y exigen rectificaciones que, desde luego, a nadie le importa dárselas.

Leer el Código Da Vinci y aportar al erario personal de Dan Brown -un tipo que aún no puede creer que con tan poco talento e ideas tan vagas le haya hecho bailar la cabeza a tantos en el mundo- no tiene pero es que nada de malo. Qué mejor que si uno en su única lectura del año se topa con un artefacto tan condimentado y modular como un juego de limpieza facial, dando con una historia sinuosa que cruza todo y nada; donde aparecen los templarios, Da Vinci y sus obras que recordamos de las clases del colegio sobre el Renacimiento, Jesucrito y su posible desliz, sectas perversas que flagelan a sus miembros. Todo en una cocinería de chismorreo que deja un buen gusto de "qué buena trama, qué cantidad de elementos" que empachan el paladar del lector no avisado.

Como si hiciese falta, Howard a escena
La irritación es un garantía cuando Ron Howard, la versión cinemtográfica de Dan Brown -o sea igual de ñoño y poco talentoso pero con más suerte- decidió que era tiempo ya de trasladar la historieta al cine, colocándola en la plataforma de exhibicionismo insufrible que sólo el cine puede hacer y que, como si hicese falta, si 20 millones de lectores se fascinaron con las claves "esotéricas" ideadas por Brown, ahora 100 millones más tendrán a su disposición los antecedentes de una obra "que ofende la fe de los cristianos" en la pantalla grande y con pop corn a la mano.

La prensa y el circo mediático están listos. Se inician los reportajes, las citas, las entrevistas a teólogos, directores de fundaciones, presbíteros, que alertan sobre los límites de la ficción, sobre la necesidad de estar alertas. Los feligreses, que alguien se acuerde de ellos por favor, lloran y patalean que ya basta de blasfemias.Yo estoy de acuerdo: Tom Hanks desde Forrest Gump nos escupe en la cara con sus películas años tras año. Tom ya es más que suficiente.

Entran, cómo no, los defensores de la libertad de expresión, los albaceas del arte-bodrio enfurecidos por la censura, por lo maquaivélico de una sociedad que no acepta la divergencia. Su acumulan más y más fojas e imágenes, hasta que un día, un bello día por cierto, una gran explosión de hastío definitivo sepultará el "Caso Da Vinci" y todo volverá al archivo de las extravagancias y antojos de la industria del entretenimiento. Nos aburriremos durante un tiempo y, oh, oh, vendrá la bienaventuranza de una nueva discusión entre el fundamentalismo añejo y el mercadeo de pastiches.

Alguna vez valió la pena
A fines de los ochenta el alboroto fue importante con "La última tentación de Cristo" y ni qué decir con "Los Versos Satánicos", con cerca de cien muertos entre traductores y editores de Salman Rushdie y los 47 tipos que tuvieron la mala ocurrencia de hospedarse en el mismo hotel turco que uno de los traductores del escritor indio, todos cortesía de los preclaros seguidores del Islam.

Hay una cosa que diferencia aquellas bataholas de esta chapuza de fin de semana. Antes, las obras cuestionadas y sus autores merecían apoyo, gestos de defensa ya fuese por dignidad, respeto al valor de la invención honesta o por tirria al conservadurismo. Hoy solo dan ganas de bostezar y arquear la mirada cada vez que recordamos a los mercanchifles Howard y Brown cobrando una y otra vez sus suculentos cheques y al cura Valente pidiendo respeto para lo "que más ama en el mundo".

lunes, mayo 08, 2006

Set, Match and Championship for Woody


Se puede decir que es su mejor película en quince años y borrar así de un plumazo todos sus ejercicios de los noventa y principios del siglo XXI, varios erráticos, otros definitivamente menores pero siempre adictivos, pero es algo odioso e irrelevante; lo único que cuenta es que a sus setenta años Woody Allen ha confeccionado la película que intentó hacer durante casi 25 años de carrera y el resultado es una nueva visagra, un nueva esquina del barrio allenesco, como algún día lo fueron "Manhattan", "Annie Hall" o "Bananas". Lo raro es que para esto, qué grandísima ironía, debió mudarse de Manhattan a Londres, hacerse con una musa maldita llamada Scarlett Johanson y reclutar a actores con método y disciplina espartanas. Match Point es una obra maestra desde luego, como esperábamos, y revela un renacimiento artístico sólo equiparable a septuagenarios de la talla de Johnny Cash y sus American Recordings.

El oscuro corazón del hombre
Los primeros antecedentes los tuvimos en Melinda y Melinda. No en su parte cómica claro sino en su contapunto dramático, en el reverso terrible de la historia de la chica agobiada por traspiés, traiciones y equivocaciones. Lo que en apariencia era no más que un ensayo de las posibilidades clásicas de una historia se fraguó el esquema e ideario de la Match Point. Woody Allen quería vérselas con una obra de oscuridad impenetrable, en que el determinismo del azar -valga la paradoja- y la indefensión frente a las veleidades de la fortuna subyacen y someten a tipos que, como decía Morrissey "toman lo que pueden de la vida y se van apenas pueden". Allen opta por Dostoyevski, la tragedia griega y Shakespeare, y lo hace con una metáfora perfecta con que inicia el filme: "es preferible ser un hombre afortunado que un hombre bueno... y todo reside en que la pelota al golpear la malla quede del lado de tu rival y no del tuyo".

Cuando todo era Bergman
Cada cinco años aproximadamente a Woody Allen le venía en gana mandarse películas asfixiantes y luctuosas Primero fue Interiores, después Otra Mujer y la cosa terminó en Septiembre. Las tres consiguieron desconcertar pero no mucho más. Hay algunas razones para esto: la extremada obsesión bergmaniana, a veces más un homenaje que una apuesta propia; y esa tendencia un poco patosa de verbalizarlo todo, personajes que desarrollaban una manía intelectual improbable por sacar sus traumas y temores. Sesiones de psicoanalisis en 35 milímetros.

En Match Point, en cambio, las cavilaciones son exactas y sin pérdida de tiempo. Poseen el veneno en dosis justas para ultimar como en el buen cine negro en un discurrir trepidante, sutil y refinado.

Aquí el azar está al frente del mesón y distorsiona la acostumbrada ecuación de que una acción humana puede conllevar consecuencias insospechadas para quien las perpetra. Las consecuencias, los vestigios, pueden ocultarse para siempre, todo puede ser olvidado, si se tiene la pizca justa de fortuna. Podemos caer en la maldición completa para siempre, redimirnos, tener un porvenir expectante, todo dependerá si la pelota al rebotar sigue hacia el otro lado o se queda en el nuestro. No hay méritos, no hay esfuerzos; sólo el misterioso albur nos controla y nos desparrama en la realidad.

Claro que Woody no se olvida sus viejas huellas. Introduce a Dostoyevski y el mito de Raskolnikov en la disyuntiva moral del protagonista y homenajea al Hitchock morboso y más hilarante de "Frenzy" en los últimos veinte minutos de película.

¿Y el humor? Sí, lo hay pero es particularmente difícil de pesquisar. El sarcasmo se ha afilado y surge dentro de un amasijo típicamente inglés, cruel y cínico a partes iguales y por tanto infinitamente recompensante.

Su nueva doncella
Otro tema es la aparición de Scarlett Johanson, una musa que puede ser tan fundamental como lo fueron en su día la adorable Diane Keaton en Annie Hall o la Mía Farrow de La Rosa Púrpura del Cairo. Scarlett, turgente y sensual, femme fatale inigualable aparece para poner patas arriba lo que esté a su alrededor. El trascurrir de la cinta nos la muestra perseguida por un aura de infortunio que la anula y destruye finalmente como un sol negro.

¿Este el el gran homenaje Woody Allen a la cultura británica? Sí y además es una revelación sin tapujos del lado más tétrico y sin contemplaciones del cerebro del neoyorkino. Un acto de arte preciso que atemoriza mucho y logra que uno camine con mayor cuidado que el de costumbre; es posible que la pelota esté hace ya mucho de este lado de la malla.