Muchas imprecaciones, arrebatos y quizá por ahí, alguna idea que valga la pena

lunes, mayo 08, 2006

Set, Match and Championship for Woody


Se puede decir que es su mejor película en quince años y borrar así de un plumazo todos sus ejercicios de los noventa y principios del siglo XXI, varios erráticos, otros definitivamente menores pero siempre adictivos, pero es algo odioso e irrelevante; lo único que cuenta es que a sus setenta años Woody Allen ha confeccionado la película que intentó hacer durante casi 25 años de carrera y el resultado es una nueva visagra, un nueva esquina del barrio allenesco, como algún día lo fueron "Manhattan", "Annie Hall" o "Bananas". Lo raro es que para esto, qué grandísima ironía, debió mudarse de Manhattan a Londres, hacerse con una musa maldita llamada Scarlett Johanson y reclutar a actores con método y disciplina espartanas. Match Point es una obra maestra desde luego, como esperábamos, y revela un renacimiento artístico sólo equiparable a septuagenarios de la talla de Johnny Cash y sus American Recordings.

El oscuro corazón del hombre
Los primeros antecedentes los tuvimos en Melinda y Melinda. No en su parte cómica claro sino en su contapunto dramático, en el reverso terrible de la historia de la chica agobiada por traspiés, traiciones y equivocaciones. Lo que en apariencia era no más que un ensayo de las posibilidades clásicas de una historia se fraguó el esquema e ideario de la Match Point. Woody Allen quería vérselas con una obra de oscuridad impenetrable, en que el determinismo del azar -valga la paradoja- y la indefensión frente a las veleidades de la fortuna subyacen y someten a tipos que, como decía Morrissey "toman lo que pueden de la vida y se van apenas pueden". Allen opta por Dostoyevski, la tragedia griega y Shakespeare, y lo hace con una metáfora perfecta con que inicia el filme: "es preferible ser un hombre afortunado que un hombre bueno... y todo reside en que la pelota al golpear la malla quede del lado de tu rival y no del tuyo".

Cuando todo era Bergman
Cada cinco años aproximadamente a Woody Allen le venía en gana mandarse películas asfixiantes y luctuosas Primero fue Interiores, después Otra Mujer y la cosa terminó en Septiembre. Las tres consiguieron desconcertar pero no mucho más. Hay algunas razones para esto: la extremada obsesión bergmaniana, a veces más un homenaje que una apuesta propia; y esa tendencia un poco patosa de verbalizarlo todo, personajes que desarrollaban una manía intelectual improbable por sacar sus traumas y temores. Sesiones de psicoanalisis en 35 milímetros.

En Match Point, en cambio, las cavilaciones son exactas y sin pérdida de tiempo. Poseen el veneno en dosis justas para ultimar como en el buen cine negro en un discurrir trepidante, sutil y refinado.

Aquí el azar está al frente del mesón y distorsiona la acostumbrada ecuación de que una acción humana puede conllevar consecuencias insospechadas para quien las perpetra. Las consecuencias, los vestigios, pueden ocultarse para siempre, todo puede ser olvidado, si se tiene la pizca justa de fortuna. Podemos caer en la maldición completa para siempre, redimirnos, tener un porvenir expectante, todo dependerá si la pelota al rebotar sigue hacia el otro lado o se queda en el nuestro. No hay méritos, no hay esfuerzos; sólo el misterioso albur nos controla y nos desparrama en la realidad.

Claro que Woody no se olvida sus viejas huellas. Introduce a Dostoyevski y el mito de Raskolnikov en la disyuntiva moral del protagonista y homenajea al Hitchock morboso y más hilarante de "Frenzy" en los últimos veinte minutos de película.

¿Y el humor? Sí, lo hay pero es particularmente difícil de pesquisar. El sarcasmo se ha afilado y surge dentro de un amasijo típicamente inglés, cruel y cínico a partes iguales y por tanto infinitamente recompensante.

Su nueva doncella
Otro tema es la aparición de Scarlett Johanson, una musa que puede ser tan fundamental como lo fueron en su día la adorable Diane Keaton en Annie Hall o la Mía Farrow de La Rosa Púrpura del Cairo. Scarlett, turgente y sensual, femme fatale inigualable aparece para poner patas arriba lo que esté a su alrededor. El trascurrir de la cinta nos la muestra perseguida por un aura de infortunio que la anula y destruye finalmente como un sol negro.

¿Este el el gran homenaje Woody Allen a la cultura británica? Sí y además es una revelación sin tapujos del lado más tétrico y sin contemplaciones del cerebro del neoyorkino. Un acto de arte preciso que atemoriza mucho y logra que uno camine con mayor cuidado que el de costumbre; es posible que la pelota esté hace ya mucho de este lado de la malla.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Who'd they freeze, Doc?
buy hydrocodone

7:53 p. m.

 

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