Muchas imprecaciones, arrebatos y quizá por ahí, alguna idea que valga la pena

martes, abril 18, 2006

La vida es sólo una preparación para la muerte...


Aún sorprende que en un libro de tan breve extensión y tan inabarcables propósitos -apenas supera las 200 páginas- William Faulkner quizá haya dado con su obra más cercana a la perfección absoluta en método y alcance artísticos. "Mientras agonizo", a más de setenta años de su publicación, aún sigue siendo una novela de revelaciones intactas: una novela mortuoria, claro está, pero que señala un ámbito de devastación y violencia emocionales que lo proponen, a partes iguales, como novela negra, crónica social, tragedia griega moderna y escenario de un infierno basado en la más patética y cruel visión del acto humano definitivo: morir.

Estructurada por medio de la intercalación de los monólogos de cada uno de los personajes que pasan por la novela, Mientras Agonizo cuenta a grandes rasgos la historia de una familia del reconocible condado de Yoknapatawpha, en que la matriarca a medida que su muerte se hace inminente, pide a sus sobrevivientes ser enterrada en el pueblo de Jefferson, ubicado a decenas de kilómetros de su terruño. Es deber de la familia construir un artesanal ataúd de madera, en el que la el clan completo -el viudo de la difunta y sus cinco hijos- acompañarán el traslado del cadáver hasta Jefferson.

En derredor de este argumento Faulkner construye una cosmología sombría y demoledora sobre la miseria de una vida sin ninguna capacidad de placer, amor y respeto; un universo de terrible dolor y desafección en que todos han sido arrastrados hacia la zona liminar de la locura y la brutalidad extrema.

No hay una sola línea de la novela en que descansemos de esa sensación de tristeza aluvional. A medida que la caravana familiar avanza lenta y vaporosamente por caminos casi intransitables y puentes cortados por las lluvias, mientras el cuerpo de la difunta comienza a podrirse y -Faulkner no se ahorró nada- atrae cual centinelas del carruaje a bandadas de buitres que se van relevando cada tanto, observamos el progresivo desmoronamiento de las vidas de cada uno de los integrantes de la familia. Ya ni siquiera hay espacio para reproches convencionales, sólo hay rencor y soledad en el espítiru de la caravana.

El deseo de que todo desparezca
Uno de los personajes del paseo de la desolación advierte en una línea que todo sería mucho mejor si toda la realidad se desvaneciese y todos fuésemos tragados por ella, lejos y sordamente. Si hay una novela nihilista en que la vida es vomitada, escupida y rechazada, esa es Mientras Agonizo. Así bien se comprende esa necesidad por la concisión en esta novela: apoya la sensación de asfixia, de vida truncada y comprimida, la cual explota en esputos furiosos y biliosos por medio del dolor del peregrinaje.

Hay espacio para el monólogo de Abbie, la difunta, y su paralemento es el émbolo que irradia la desesperanza que tiñe toda esta obra maestra reverberante por siempre. Vivir es amargo y mucho y todo esto, toda esta insondable decepción es apenas una mera preparación para la muerte, la antesala de un evento eterno no menos triste que éste en que estamos varados. Abbie muerta recuerda que nunca quiso vérselas con la vida que finalmente le tocó vivir, pero no hacía falta más porque nunca hubo otra posibilidad.

Cabe mencionar la importancia que Faulkner le da a la religiosidad de los personajes, no como forma de salvación y piedad sino como condena y sumisión a un orden divino mortífero.

Mientras agonizo se lee de una sentada. Lo que cuesta después es ponerse de pie.