No Direction Home: el último periplo de un raro sujeto llamado Bob Dylan
Lanzamiento esperado y aplaudido como pocos ha sido el flamente documental que Martin Scorsse se ha encargado de entregarnos sobre el trozo más deslumbrante y exquisito -episodio sin igual en la historia de la música contemporánea- de la existencia de Bob Dylan.
El proyecto se fraguó durante un par de años y se inscribe en una avanzada de trabajos bibliográficos y audiovisuales que, por enésima vez, tratan de darle la vuelta al fenómeno del bardo incombustible. Eso sí, a diferencia de innumerables registros, documentales, biografías, tributos y otros tantos productos, es ahora Bob Dylan parte importante en la gestación, desarrollo y responsabilidad última de las obras. Parece ser que Dylan se ha decididopor fin en dar la cara y ofrecer su versión acerca de lo que su música, sus letras y su influencia en la cultura popular significan para él. Qué es lo que Dylan quiso realmente decirnos por años; bueno él tiene ganas de aclarar un par de cosas.
La primera revelación fueron los dos primeros tomos de Crónicas que Dylan publicó durante 2003 y 2004, las que lo posicionaron como narrador dotado, deslumbrando al lector con capítulos notables de su travesía musical: su amistad con Johnny Cash, su apreciación de la música pop actual, los viejos bluesmen que tuvo la chance de conocer. Decenas de viñetas que se transformaron en documento vital en la geneaología de Míster Dylan.
Martin retrata al enfant terrible
Cosa no menos superior es No Dirtection Home, documental dirigido por Martin Scorsese y que se enfoca en los años más convulsos y determinantes del derrotero de Bob, o sea 1961, fecha de su arribo a Nueva York buscándose un sitio como folk singer, y 1966 cuando ya desenfundando su carga eléctrica llega al Reino Unido con el único fin de que sangren los oídos de sus incondicionales fans folkies.
Tres horas y pico de metraje da cuenta de una disección fina y sobria acerca de Dylan, teniéndolo a él -inmejorablemente- como orador central de la narración. Lo que hace de este documental un punto parte en la filmografía disponible sobre rock es, como no, la experiencia de alto octanaje que Scorsese tiene en el tratamiento de la música rock en celuloide. Cabe recordar su papel como editor de la cinta del festival de Woodstock y la dirección de El Último Vals, el concierto de despedida de The Band.
Al contrario de experiencias como el Anthology de Los Beatles -lleno de testimonios pulcros, lugares comunes y opiniones de manual de fanático- todas las aseveraciones del Dylan participante despitan, regocijan o impactan, ya sea por su filoso sentido del humor, un declarado cinismo o la sencillez en enfrentar temas tan "controversiales" como su responsabilidad artística, o su decisión de abandonar la guitarra acústica en pos de la electricidad. "Sentía que la cosas irían mejor si me apoyaba en un grupo. No creía estar haciendo algo nuevo o moderno. La música country es eléctrica y es muy antigua", señaló al respecto.
Por otra parte, los entrevistados invitados curiosamente son muy pocos y seleccionados con gran precisión. Allí están la incauta Joan Báez, el incrédulo Pete Seeger, el entusiasta Allen Ginsberg. Las entrevistas están atravesadas principalmente por un afán contextualizador, que pretende reconstruir el momento en que Bob Dylan dio un vuelco a sus vidas y la de tantos otros. Las razones del porqué se las dejan al propio autor de Like a Rolling Stone.
La firmeza conque Scorsese hilvana la restrospectiva dylaniana, la seca e imponente figura del músico refiriendo los instantes más decisivos de su trayectoria, más el excelente apoyo de archivos fílmicos y televisivos por primera vez hechos públicos oficialmente -por ejemplo los magníficos conciertos que Dylan ofreció apoyando en los futuros The Band en la gira de 1966 por Europa- otorgan un vuelo extraordinario a este trabajo definitivo sobre música, poesía, cultura popular y, por sobre todo, genialidad sin límites.
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