Muchas imprecaciones, arrebatos y quizá por ahí, alguna idea que valga la pena

jueves, junio 28, 2007

Madurez con clase


Refrescante. Un regreso como el de Nick Lowe debe ser celebrado con champaña espumeante o con un buen whisky de grano. Un auténtico "patriarca" del rock británico está de vuelta entre nosotros con una muestra de qué significa hacer un disco magnífico a casi los sesenta años.

¿Es cuestión nueva para Lowe? No, para nada. Debemos remontarnos a sus primeras glorias con Brinsley Schwarz, baluarte del pub rock, allá a principios de los setenta, o algo así como el intento de ponerle atención a la emotividad country de The Band y Grateful Dead sin perder el alma beatle. Varios discos con muchas razones para volver a oírlos salieron de esa motivación. Sin embargo, aún restaban las palabras mayores.


Pecando de riesgo, Nick Lowe fue de quienes más influyó en la consecución de un sonido para las hordas del punk y la new wave. Desde la mesa de sonido, propuso la suciedad rhythm & blues para el primer disco de The Damned; lustró de revival vigoroso el espléndido This Year's Model de Costello y sus Atractions; encauzó con sabiduría a la angry young girl Crissie Hynde en el debut nunca superado de The Pretenders.

Y, claro, con bajo en mano qué par de discos nos deparó: Jesus of Cool y Labour of Lust; muchas de las canciones pop más redondas de una generación estuvieron en alguna pista de aquellos álbumes.

Pero sucede que el bueno de Nick se cansó del rocambolesco mundo pop y buscó musas en otros parajes. Después de participar junto con Ry Cooder en la banda de apoyo de John Hiatt para su disco Bring the Family de 1987, Lowe definió un nuevo sonido. Desde Impossible Bird en 1994, Nick se ha volcado a releer con delicadeza y gusto exquisito la música tradicional norteamericana; no olvidemos también que está casado con la hija de Johnny Cash. Alguien tuvo que pasarle los discos de Hank Williams.

En plan crooner nos ha entregado cuatro registros de impecable bordado y de sobresaliente vapor otoñal; canciones que jamás renuncian a la melodía única y vibrante. Es At my Age la última parte de esta tetralogía ejemplar, recién publicada hace un par de días, y que aquí queda como testimonio de un nuevo arrebato de este genio de perfil calmo.





Nick Lowe At my Age

martes, junio 19, 2007

The Kinks Something Else


Cuando se rememoran los hitos entrañables de la historia del pop, el nombre de Ray Davies no debiese demorar su aparición más allá de cuatro o cinco frases. Auténtico baluarte del pop más intrépido, emotivo y cínico, The Kinks depararon sobre todo en los años sesenta una saga impresionantes de discos de sofisticada y melancólica genialidad.

Si hay algo que se rescatará, entre sus muchas virtudes, de los Kinks es su independencia del canon beatle o stones en inspiración y objetivos, influyendo de paso tan decisivamente en el desarrollo del rock inglés.

Tanto en la adquisición de una mirada de crónica social, cruda y sarcástico, como en la inclusión de músicas tan inauditas como el music hall y el vodevil en el lenguaje rock, The Kinks son el faro de un salón de notables que va desde Paul Weller a Andy Partridge.

Es imposible pensar en cuál es el mejor disco de Davies y compañía durante su período dorado. Muchos aman el Village Green Preservation Society y su remembranza bucólica; otros se impactan con la ridiculización del decadente Imperio en Arthur or The Decline and Fall of The British Empire. Y, cómo no, cuántos se cobijan en el disco que amerita esta crónica, Something Else, un fresco exquisito sobre los avatares profanos y divinos de un día en Inglaterra.

Ideal para amenizar un atardecer invernal junto a un reconfortante té y tres o cuatro donas.

The Kinks Something Else 1967

lunes, junio 04, 2007

Memory Almost Perfect


El Engerlbert Humperdinck del rock & roll. A principios de los setenta, John Lennon no tenía problema en comentarle a quien tuviese tiempo que, para él, su antiguo compañero de gloria y de ahí en adelante objeto de ridículo encono, Paul McCartney, era poco más que la versión sofisticada del intérprete de Release Me.

Y todos parecían pensar de manera similar a Lennon. ¿Qué mosquito los había picado? Desde que los Beatles se separaron, McCartney soportó tal avalancha de denuestos y malas caras cada vez que se las apañaba que un nuevo disco que, bueno, uno sólo puede atinar a decir. ¡Eh! ¿Acaso no es un Beatle? ¿Por qué no bajamos un poco el tono? El tipo es parte del patrimonio de la humanidad y lo agarran a palos a la vuelta de la esquina.

No lo negaremos. Paul tuvo varios momentos de debilidad esparcidos en sus 21 discos solitas. Como que los Wings, con su querida Linda en medio, lo relajaban demasiado y eso se notaba en las obras: tal vez demasiado joviales, un aire excesivo de paseo dominical con familia incluida, lo que hacía perder fuerza y un necesario contrapunto agridulce. Y esto a pesar de la decena de grandes canciones que firmó durante los setenta. Bueno, ¿es esto para tanto? Que yo recuerde nadie le enrostró a Lennon lo mediocre que fue Sometimes in New York City o la mitad desgasificada de Mind Games.

Paul liberado
Pero cuando tienes más de sesenta años y has vivido con provecho, todo lo demás te tiene muy sin cuidado; y somos afortunados de asistir a este renacimiento artístico de Paul McCartney que casi no se puede creer. Los primeros indicios estuvieron en Flaming Pie, con un sonido casero y apretado; nervio y pop enfático. Después vino la primera gran obra: Driving Rain. Paul parecía tan suelto, reinando sobre la música con una libertad y frescura de quien mana a borbotones sonidos y más bellos sonidos.

Sin embargo, aún quedaban frases elogiosas para quien ya epítetos como formidable significan bastante poco: Chaos & Creation in the Backyard es simplemente imprescindible. Su álbum más introspectivo y otoñal. Sin perder nunca su forma vocal y su refinamiento compositivo.

¿Qué hay detrás de estos nuevos aires? Tal vez Paul finalmente puede concentrarse en la música sin pensar en nada más que esto: en pulir canciones, en armar un sonido que le satisfaga a él y sólo a él y no ya en el gusto de la crítica o en el lugar que sus temas ocupan en el conteo de éxitos. No está dispuesto a seguir cargando el peso de ser un beatle que en sus horas libres se dedica a grabar discos propios. Un genio como él no tiene derecho a ser interrumpido.

Desde mañana podemos solazarnos con Memory Almost Full; tercera parte de esta -crucemos los dedos que el jolgorio no pare- saga de discos memorables, quizá el mejor momento de McCartney desde que un diez de abril de 1970 reconoció que los Beatles tomarían “un receso indefinido” en sus labores. Subvirtiendo esa desagradable frase Those freaks was right when they said you was dead, que Lennon le dedicó en How do You Sleep?, Paul está inmejorablemente vivo y haciendo lo que mejor sabe: escribir música mayúscula.


Paul McCartney Memory Almost Full

viernes, junio 01, 2007

Primero de Junio de 1967


Qué confronte agotador. Si es el mejor o no de la historia; si ni siquiera es el disco más logrado de la banda; pero si hay al menos tres álbumes de ese año producidos por otros grupos mucho más conmovedores.
En fin, hoy hace exactamente cuarenta años los Beatles dieron su último gran golpe para tomarse el siglo XX. Pasaron 129 días dentro de un estudio de grabación, se gastaron 25 mil libras, contrataron al primor del arte pop inglés para que diseñara la carátula del disco, Peter Blake, e intentaron desarrollar una pieza conceptual, cosa que como todos sabemos se diluyó hacia ya la tercera pista.

Es demasiado difícil, imposible probablemente, hablar con mediana ecuanimidad de los auténticos logros del Sgt’ Pepper’s Lonely Hearts Club Band sin parecer un fan del montón o un revisionista amargo como contraparte. Pero bueno, aquí van un par de ideas no tan duras de elaborar:


Lo que hay en el Pepper’s de riesgo, búsqueda y logros, ya se hallaba en Revolver incluso con un énfasis mucho más deliberado, agresivo y hasta más fresco.

También es más o menos aceptado que en términos de avance en las técnicas de grabación ya los mismos Beatles habían puesto la baza altísima desde Rubber Soul. Cómo no acentuar, asimismo, el impacto brutal de Pet Sounds en los oídos de su generación: esa obra grabada en medio del éter y la dulzura absoluta.

Tampoco queda tan claro que el Pepper’s sea el momento más alto de los Beatles y que menos aún, pongo el cuello, sea el álbum más inspirado de ese magnífico 1967. ¿Qué sucede con Forever Changes de Love? ¿Y el Something Else de The Kinks? ¡Pero no me digan que Mr Fantasy de Traffic no está bien preparado para luchar palmo a palmo! Se agita la conversación.

Toquemos tierra porque hay algo incontestable. Sgt Peppers’s Lonely Hearts Club Band hace mucho que dejó de ser sólo un disco de música pop. Se requería de una banda y un álbum que legitimase el rock frente al resto del mundo. El Pepper’s fue la adecuada respuesta. La obra que describiese una forma de entender el arte y la cultura popular que sólo a partir de los años sesenta tuvo sentido. Sobre todo, un retrato de una efervescencia y confianza en las propias posibilidades que aún muestra la trascendencia y milagrosa gracia de la música pop. Y gracias a los cuatro muchachos más encantadores. Coser y cantar.

No es carga simple la que lleva en sus hombros el Sargento Pimienta y sus colaboradores. Han hecho un buen trabajo hasta hoy y nada nos hace dudar de que, como cada vez que acudimos a Billy Shears y su show, un tiempo magnífico nos esté garantizado a todos.
¿Exisitirá alguien por allí que aún no conozca el disco? Raro pero posible. Por si acaso, aquí queda registro.....


Sgt' Peppers Lonely Hearts Club Band