Muchas imprecaciones, arrebatos y quizá por ahí, alguna idea que valga la pena

miércoles, enero 31, 2007

Mira atentamente lo que te rodea...


Sam Peckinpah es quizá uno de los directores de cine más radicales y oscuros de la historia del cine. Radical en el sentido de su visión definitiva, intransable, con respecto a una realidad siempre sórdida, ultraviolenta y por tanto de pesimistas expectativas.


En su cinta Straw Dogs, de 1971, Peckinpah pone a prueba ese concepto más o menos conocido de que vengas de donde vengas y por muy sensato que parezcas, el vínculo con los espacios más bestiales e inmundos de nuestra humanidad, te trasladarán más temprano que tarde a dar una respuesta destructiva y animal frente a los peligros que te acechan.

La premisa es clara. David Summer -Dustin Hoffman- es una académico que deja los Estados Unidos con el fin acometer un proyecto importante en un ambiente tranquilo y sin mayores presiones. Así, se traslada a un campestre poblado británico junto con su esposa, quien es nativa de aquel villorrio. Summer sólo parece manejar los códigos cartesianos y racionales de la existencia, sobeponiendo su inteligencia al ataque de su entorno.

Aquel pueblo lentamente comienza a mostrar poco a poco un intoxicante aire malsano. Amy debe soportar los indecentes flirteos de un patán con el que tuvo una relación años atrás; de éste y del resto de una pandilla de hombres torvos.

El paulatino enrarecimiento de la vida de los Summer, amén del putrefacto humus que sostiene la vida en ese caserío espantoso, se vislumbra latente pero implacable, presintiendo una colisión inevitable. Peckinpah está más contenido en esos espasmos de violencia a veces casi acrobática; en su lugar, penetra en las psiques desequilibradas de los protagonistas determinando un área para la hecatombe final.
Posteriormente vendrán los actos físicos casi epifánicos que desahogan el horror: violaciones, mutilaciones, diveros actos de insanidad hasta el enfrentamiento de las dos hienas.

Un amigo me comentó que hay similitudes entre A Clockwork Orange y Straw Dogs. Sí, salvo en los contextos; si una apuesta por la devastación en una futuro frío y sofisticado la segunda vuelve a la ruralidad remota para pegar un espadazo. El acecho de la casa de Summer recuerda a la pandilla de Alex en las afueras de la morada del escritor que minutos después atormentado y a su mujer muerta por causa de una monstruosa violación.

Tal vez Straw Dogs sea una película extraña dentro de la filmografía de Sam Peckinpah. Invernal y subrepticia. Sim embargo es una excelente compilación del naugrafio moral del hombre y su incansable predilección por el lado más retorcido.

lunes, enero 22, 2007

Pasos de Gigante


Es dable pensar en Charles Mingus como el reverso desbocado de Duke Ellington. Un Sir Duke pasado por el hachís, el whisky, jolgorios eternos en manos de prostitutas de la frontera mexicana y una ira de ya casi connotaciones místicas.

Hablo de Ellington porque es quizá el músico que más influyó en Charles Mingus y porque en ambos asistimos al caso de hombres orquestas, embarcados siempre en labores de ambición infinita y de matices siempre despampanantes.

Mingus, más allá que su maestro, es la muestra más sobresaliente de un jazz en que la expresividad y el énfasis se hallan varios enteros por sobre la pulcritud instrumental. Mingus siempre entendió su obra como una paleta de colores caóticos, bullendo a altísima tempetura, irascibles y contradictorios.

Su sentido de la experimentación iba más allá de los logros estéticos de muchos de sus contemporáneos. En cambio, sus sonidos expresan la fractura de la modernidad, su construcción tormentosa, triste e inacabada.

Sólo un personaje de características piscológicas, artísticas y hasta física tan demoledoras, podía echarse en los hombros una obra que es bohemia, agridulce y volcánica a parte iguales. Tal vez lo mejor de su pulso quedó registrado en los discos que firmó en la segunda mitad de los cincuenta; muchas de estas piezas rebozan tal frecura, entusiamo y un afán expedicionario tan sincero que son el germen claro de lo que muchas bandas de rock intentarían en la década siguiente como paso hacia la madurez.

Aquí dejo una muestra tan grande como la más de la inmensidad de un apátrida de la música y de la vida misma: su álbum The Clown de 1957. Música que nos dignifica.

Charles Mingus The Clown 1957