Muchas imprecaciones, arrebatos y quizá por ahí, alguna idea que valga la pena

lunes, enero 22, 2007

Pasos de Gigante


Es dable pensar en Charles Mingus como el reverso desbocado de Duke Ellington. Un Sir Duke pasado por el hachís, el whisky, jolgorios eternos en manos de prostitutas de la frontera mexicana y una ira de ya casi connotaciones místicas.

Hablo de Ellington porque es quizá el músico que más influyó en Charles Mingus y porque en ambos asistimos al caso de hombres orquestas, embarcados siempre en labores de ambición infinita y de matices siempre despampanantes.

Mingus, más allá que su maestro, es la muestra más sobresaliente de un jazz en que la expresividad y el énfasis se hallan varios enteros por sobre la pulcritud instrumental. Mingus siempre entendió su obra como una paleta de colores caóticos, bullendo a altísima tempetura, irascibles y contradictorios.

Su sentido de la experimentación iba más allá de los logros estéticos de muchos de sus contemporáneos. En cambio, sus sonidos expresan la fractura de la modernidad, su construcción tormentosa, triste e inacabada.

Sólo un personaje de características piscológicas, artísticas y hasta física tan demoledoras, podía echarse en los hombros una obra que es bohemia, agridulce y volcánica a parte iguales. Tal vez lo mejor de su pulso quedó registrado en los discos que firmó en la segunda mitad de los cincuenta; muchas de estas piezas rebozan tal frecura, entusiamo y un afán expedicionario tan sincero que son el germen claro de lo que muchas bandas de rock intentarían en la década siguiente como paso hacia la madurez.

Aquí dejo una muestra tan grande como la más de la inmensidad de un apátrida de la música y de la vida misma: su álbum The Clown de 1957. Música que nos dignifica.

Charles Mingus The Clown 1957

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Me prestaron hace un tirmpo, una selección con temas varios de Mingus que un amigo bajó de internet. Echa por él mismo, la recopilación. No era oficial.

El primer track comenzaba con un solo muy rockero de guitarra eléctrica (¿¿¿¿¿??????). Supe entonces que me habían pasado un disco de Guns and Roses mal rotulado, que era la banda de cabecera durante la preadolescencia de mi cumpa. Sospeché eso sí que Slash se había metido un ácido del porte de una sábana antes de tocar el tema.

Cuando moría el solo, nacía la sorpresa. No era una guitarra eléctrica, sino un saxo. Era la introducción a una versión de Wednesday Night Prayer Meeting.

Me juí de esparda er loro. De puro imbécil, devolví el disco sin habérmelo copiado. Al amigo ya no tengo cómo ubicarlo.

De Tijuana Moods mejor ni hablo. Hay que puro escucharlo no más.

10:08 p. m.

 

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