Al toque de bajo, favor rendirse
Los setenta no estaban nada mal después de todo. Si le sacamos un poco el cuerpo a la petulancia del rock sinfónico y al hard rock como la música definitiva del estómago -uh, Grandfunk y esas guitarras que suenan como un ventilador en medio del trópico-, quedan cosas pero que muy sugerentes. Una de éstas fue lo que a algún reportero, imagino, se le ocurrió llamar pub rock. La inclusión del término pub se relaciona, al parecer, conque los grupos afincados en esta etiqueta eran unos auténticos roedores de escenarios y privilegiaban desplegarse sobre las tarimas de tabernas londinenses.
En la música, todo residía en seguir fiel al canon beatle y echarle una mirada penetrante al country rock norteamericano, ora The Band, ora Grateful Dead y, por qué no, la diáspora de Crosby, Stills, Nash & Young.
De aquí, del pub rock, salieron chicos listos; entre los aventajados, Nick Lowe. Con sus adorables Brinsley Schwarz mantuvieron a tope durante el primer lustro de los setenta el emblema de una música vigorosa, refinada y con muchas de las mejores cepas pop made in england.
Tiempo después Nick Lowe sería ya un nombre mayor en la música popular. Productor encomiable -se encargó de los debut de Pretenders y Damned, entre otros- y se despachó un par de discos simplemente perfectos e inagotables fuentes de perspicacia y buen gusto.
Aquí está Nick con Brinsley Schwarz, en una actuación de 1973 promocionando su entonces reciente álbum "Nervous on the Road". La canción "Surrender to the rhythm". Era que no.
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