El terror de recordar
"A veces pienso que nuestra presencia aquí responde a una pifia cósmica, que estábamos destinados a otro planeta, con otras disposiciones, otras leyes y otros cielos más torvos. Intento imaginar el sitio que nos corresponde, situado en un rincón remoto de la galaxia que gira y gira. Y los que estaban destinados a estar aquí, ¿se encuentran allá afuera, desconcertados y nostálgicos como nosotros? No, seguro que se han extinguido hace mucho tiempo. Es imposible que esos delicados terrícolas sobrevivieran en un mundo creado para albergarnos a nosotros".
La frase es de Frederick Montgomery, un asesino que en su alegato frente al tribunal evoca su estropeada y desconcertante existencia sin afán de justificar sino tan sólo argumentar el nudo vital que desencadenó su derrumbamiento. La novela, el Libro de las Pruebas; el escritor, John Banville.
¿Qué hace Banville? No poco. Sus novelas, sus magníficos textos se ejercitan en el colosal y monstruoso acto de recordar, de apelar a todos los asuntos, detalles, personas, situaciones que -bajo manto espectral- han delineado la caída de un hombre. Sí, porque el punto de partida en John Banville es el descrédito, la supuesta culpa que aqueja a un hombre en una situación límite, a veces un asesinato otras la senectud crapulosa.
En Banville, merecidamente ganador del Booker 2005 por The Sea, se conjugan las virtudes más descollantes de la literatura europea en lengua inglesa. Cinismo, crueldad, impiedad consigo y con los otros, precisión mortífera; y también se hace lección de las zonas más oscuras del ser humano; el remordimiento, la traición, el oprobio, el escepticismo.
Por ejemplo ahí está "El Intocable". Víctor Maskell, esteta reputado, cae en la desvergüenza al destaparse su pasado como doble agente del Imperio Británico y de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. De allí en más se abren las puertas hacia las catacumbas más escabrosos de una singladura determinada por la frustración permanente, el ansia de poder político, la homosexualidad, las traiciones cercanas, las penurias familiares. Maskell dice que no se puede traicionar algo en lo que no se cree y actúa en razón de esto.
Se habla de Banville como de un novelista hermético, poco accesible. Más que otra cosa, el irlandés no da tregua, agobia desde un principio y a lo largo de sus novelas con la exquisitez deslumbrante de su meticulosa pluma y, sobre todo, por ese clima misterioso y amortajado de decandencia estoica, asumida desde el patetismo irrevocable de la caída y del dolor único, extraordinario, de recordar. Un grande de nuestro tiempo.
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