Apuntes sobre un evento burgués
- Definitivo. Existe lo que podría llamarse una música de Estado o, vámonos derecho a lo ramplón, un gusto musical de sensibilidad concertacionista. Las coordenadas serían: por el sur, Víctor Manuel y Ana Belén -artistas de neo-izquierda, sonido liviano, pero compromiso innegable con el porvenir de las lagartijas de Huelva-; por el este, la nostalgia socialistopoética la pondría Pablo Milanés; al oeste, es necesario mantener vínculos con el primer mundo, iría un Peter Gabriel, siempre sofisticado y creativo, y al norte -como artista completo- Milton Nascimento.
- ¿Es esto una crítica? No necesariamente; es ante todo una constatación. El jueves 22 Milton Nascimento ofreció un concierto en que se manifiesta un tipo de vínculo un tanto incómodo de sobrellevar, marcado por la complacencia.
- El brasileno tiene canciones grandes y muchas, pero la revisión de su repertorio, el enfoque que le da a su obra es el de un objeto cómodo, decorativo, sin riesgo. Y su público está preparado para eso: emociones reguladas, vuelo con cuentagotas, belleza enfriada. Sensibilidades discretas muy felices.
- Cosas que sorprenden. El recital admitió todos los elementos que componen "un buen concierto". Muchas canciones-himnos con la sabrosa novedad de la versión remozada; esa fastidiosa inclinación de los músicos populares por coquetar con el jazz más ascéptico -miren cómo he evolucionado, parecen decir- y desaguarse en el exhibicionismo de los músicos, todo con años de estudios y parte de lo más granado de la "escena". Lo peor: cuando el percusionista de Milton estuvo cinco minutos golpeteando una especie de ojivas de cristal con muy similar sonido al una lavadora sin ropa.
- Complicidad con el respetable. Milton, un cantautor que posee una gestualidad escénica escasísima, decidió dar paseos por el escenario durante gran parte del recital; pasitos cortos y titubeantes, porque los años le pasan la cuenta agresivamente, buscando que el público corease con las mano en alto el ae-aeaaah-aeaeeeeh de María María.
- Y por sobre todo el público. Perfil Dockers, con el suéter cruzado por los hombros, hijos rubios y espinilludos muy aburridos y desorientados por este músico "negro" que ni en pelea de perros; celulares encendidos sin rubor con cosas como "sí estoy en un concierto de... ¿cómo se llama este tipo Hernán?, a ver si nos ponemos de acuerdo mañana por lo de las firmas. Almorcemos".
- ¿Por qué tanta molestia? ¿Por qué cabe pensar que un músico de 64 años va a mantener el temperamento conque hizo discos hace treintaicinco o más años? ¿Por qué perico de los palotes le va a exigir que cante con pasión y fervor si ya está convencido de que ser músico es un trabajo tan agradable y bien remunerado, sobre todo cuando se va de héroe de las camarillas progresistas de nuestra América mestiza? Váyase con sus quisquillosidades a buen parte, auditor desubicado. Refúgiese en sus álbumes y déjese de joder.
- Lo que da vergüenza. Milton invitó a Isabel y Tita Parra al escenario para cantar con ellas Volver a los 17. Una mujer, no tuve la valentía de levantarme y escupirla o al menos largarme por estar en el mismo sitio de ese tipo de gente, dijo "qué fea esa vieja"; su compañera le respondió, "pero claro, si es una india, una Parra". Bajen la cortina por favor.
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