Muchas imprecaciones, arrebatos y quizá por ahí, alguna idea que valga la pena

martes, marzo 13, 2007

Perfume de Liverpool

Desde que el tiempo es tiempo y la música nos cambia la vida, todos han buscado por unos nuevos Beatles. A quien o quienes se sientan gustosos -y den el ancho por cierto- en vestir los ropajes pesados e intransferibles del grupo que lo hizo todo y además, sonreía.

Los requisitos son más o menos conocidos: cuatro miembros, una dupla compositiva genial y de talentos contrapuestos, donde uno es dramático y el otro es gentil, y canciones dispuestas a martillarnos los oídos por los siglos de los siglos.


Después de dedicarse con mucha calma al reconocimiento de todos los posibles herederos del fab four, resulta que Badfinger son lo más cercano a unos Beatles merodeando en los años setenta. Además, la cercanía ya ni siquiera es sólo musical, sino que va un poco más allá.


Badfinger apareció en la escena inglesa por 1968, con dos notables compositores como tándem creativo: Pete Ham y Tom Evans, y un tercero en las sombras con poca cabida pero eficacia absoluta, Joey Molland -¿podemos hablar del síndrome Harrison? Llamaron la atención de Paul McCartney quien los fichó en Apple Records, convirtiéndose en el número más importante agenciado por los buscataletos de la manzana verde.
Como otras tantas, la historia del grupo es gratificante en lo artístico y un desastre en lo personal. Con apenas seis años de diferencia, Ham y Evans se suicidaron por los terribles problemas financieros que enfrentaron desde mediados de los setenta.

La música de Bafinger partía del legado de los Beatles, pero de una forma mucho más cercana a una posta entre dos formas de sentir el pop. Badfinger toma el bastón en el momento en que McCartney y Lennon cierran la cortina con Abbey Road. De ahí en más, Evans y Ham se encargarían de mantener el espíritu en forma.

El disco que aquí se pone a disposición de los oyentes es Straight Up, de 1971. Producido casi en su totalidad por el hechicero Todd Rundgren -ojo que George Harrison comanda las perillas en unas cuantas pistas- es sin duda una obra de pop mayor; deudora del eterno sonido de Liverpool pero rebosante de la prístina sustancia que cubre a las canciones irrebatibles. A must have, como dicen.