Patanes con clase

El romanticismo de la irresponsabilidad
Sin embargo, este nominal tipejo guarda dentro de sí cierto extraño encanto, incluso un anhelo romántico libertario y de tomarse las cosas con calma, cuestión que puede llegar a ser tremandamente seductora. La divertidísima novela de Michael Chabon "Chicos Prodigiosos" nos habla de un caso de "perdedor" con talento apreciable para desbaratar todo lo que se encuentra a su paso. Graddy Tripp, profesor de literatura y alguna vez gran promesa literaria gracias a un par de novelas bien reseñadas, vive o más bien sufre la desmesura e incontinencia de una novela en la cual ha trabajado durante quince años y todavía no puede terminar; ha acumulado más de dos mil páginas en un manuscrito ya ridículo, lleno de giros cada vez más forzosos e insólitos. Durante este tiempo su carrera docente se ha estancado y su vida sentimental se ha derrumbado ya tres veces gracias a sendos divorcios. Frente a esta exhibición de confusión e inconsistencia se revela un gesto de innegable humor y buen gusto: cada vez que Tripp se ve apremiado por incidentes a cada cual más absurdo y terrible no hace más que liar un porro de marihuana, se sienta en el asiento delantero de su auto y lo fuma con parsimonia y relajación completas.
He aquí el secreto de ser un patán con clase. Ante el derrumbe de una vida completa, sólo se debe tomar asiento, beber un trago y fumarse un cigarrillo de tabaco o marihuana, conocer el secreto del fracaso y mirarlo con amigable indiferencia. Ponerse por encima de la mediocridad propia y asumirla como una condición más de independencia que de humillante abandono de la suerte. La ventaja de ser un pobre diablo.
Las manzanas de Cézanne

Otro retrato, era qué no, de grandiosa derrota, es el de Isaac Davis -alter ego de turno de Woody Allen en Manhattan. Davis está frustradísimo por una carrera como guionista televisivo entrampada ya sin ideas y una pretensión de novelista incumplido hace ya tiempo . Su ex esposa publicará un libro en que exhibe con especial mala leche sus intimidades y, además, debe soportar un atentado a su virilidad al saber que aquélla ahora es una lesbiana declarada. Davis anda con una quinceñera y comienza, al mismo tiempo, una relación con una periodista neurótica e insegura. Telúrico panorama que en algún momento doble la mente del tambaleante Davis. Ahí lo vemos en un momento inolvidable de muchos en la película, tendido -ad portas de poner su cuello en una soga colgada de la viga- en un sofá enumerando las razones que le permiten seguir viviendo. Las manzanas de Cézanne, Marlon Brando, Bach, los ojos de Tracy -la adolescente que ama y engaña al unísono-, son los reconfortantes motivos por los que seguirá perpetrando estropicios. Ejercicio de caradura autoconvencido, de notable elegancia y capacidad redentora.
I´m Dude man

Cuesta recordar un patán más entrañable que Dude Lebowski. En la película de los hermanos Cohen "The Big Leboswki", Dude -hippie y vago honorífico- se involucra en una historia de cine negro contemporáneo delirante, provocado por el equívoco de tener el mismo nombre que un millonario paralítico casado con una actriz porno. Dude, varias veces enfrentando un destino incierto y oscuro, resulve no alterar su ejemplar intinerario cotidiano: juega a los bolos con sus camaradas, entre ellos un ex combatiente de Vietnam con la azotea como rayador de papas, y fuma un pitillo de marihuana sobre el desvaído tapete de su casa mientras escucha una cinta de Creedence Clearwater Revival.
Si hay algo que aún nos atrae de figuras que están al borde del fiasco permanente, esto es su aplomo. Ya han sabido prescindir de la jurisprudencia social que subyuga a muchos. Cuando su propia inoperancia los ha llevado al descalabro, dan la cara pierna arriba a sus críticas colisiones con la realidad y con declaraciones de principios siempre soprendentes y memorables. Take it easy man forever.